Piedra de Rosetta
La famosa Piedra de Rosetta es una piedra
de granito,
de color oscuro, que fue descubierta
el 15 de julio
de 1799 en la localidad
egipcia homónima[1].
Su descubridor fue el capitán
francés Bouchard Pierre,
del ejército napoleónico.
de granito,
de color oscuro, que fue descubierta
el 15 de julio
de 1799 en la localidad
egipcia homónima[1].
Su descubridor fue el capitán
francés Bouchard Pierre,
del ejército napoleónico.
Hasta bien iniciado el siglo XIX los jeroglíficos egipcios,
se admiraban por su belleza, pero eran un misterio sin
descifrar. Se sabía que era una escritura, pero no se
sabía qué quería decir, a pesar de los muchos intentos,
porque se había perdido toda conexión con cualquiera
de los idiomas conocidos.
se admiraban por su belleza, pero eran un misterio sin
descifrar. Se sabía que era una escritura, pero no se
sabía qué quería decir, a pesar de los muchos intentos,
porque se había perdido toda conexión con cualquiera
de los idiomas conocidos.
En 1798, durante las expediciones militares de Napoleón Bonaparte
ocupaba en las obras de afianzamiento de el fuerte San Julián en
la localidad de Rosetta,
encontró una losa
muy singular, que tenía al parecer unas inscripciones en tres
idiomas diferentes:
jeroglífico, demótico
(que era el egipcio popular, como la lengua romance en España) y griego.
Era una lápida de basalto negro
(en la actualidad se dice que es granito) de 118×77×30 cm y
de forma irregular,
incompleta en la parte
superior, con un peso de 762 kg.
La piedra encontrada pasó a propiedad de las
autoridades francesas,
pero como Francia se hallaba en guerra
contra Inglaterra y vencieron estos últimos,
se apropiaron como botín de una cantidad
determinada de obras
de arte y de piezas arqueológicas, entre ellas
la piedra de Rosetta.
Consintieron sin embargo hacer una copia
en escayola, en París, antes de depositarla en
el museo Británico de Londres.
Puede decirse que gracias a esa
copia el joven profesor
Jean-François Champollion (1790-1832),
pudo estudiar con comodidad y sin prisas los
caracteres que aparecían en la piedra.
autoridades francesas,
pero como Francia se hallaba en guerra
contra Inglaterra y vencieron estos últimos,
se apropiaron como botín de una cantidad
determinada de obras
de arte y de piezas arqueológicas, entre ellas
la piedra de Rosetta.
Consintieron sin embargo hacer una copia
en escayola, en París, antes de depositarla en
el museo Británico de Londres.
Puede decirse que gracias a esa
copia el joven profesor
Jean-François Champollion (1790-1832),
pudo estudiar con comodidad y sin prisas los
caracteres que aparecían en la piedra.
El profesor Champollion dominaba seis
lenguas orientales, entre ellas el cóptico
(lengua que había derivado
del demótico). Con estos grandes conocimientos
lingüísticos comenzó el
estudio de la copia de la piedra en
escayola en el año 1821. Interpretaba bien
los caracteres griegos,
así que su investigación se inclinó por los
jeroglíficos y su abreviación hierática, incomprensibles hasta la fecha.
lenguas orientales, entre ellas el cóptico
(lengua que había derivado
del demótico). Con estos grandes conocimientos
lingüísticos comenzó el
estudio de la copia de la piedra en
escayola en el año 1821. Interpretaba bien
los caracteres griegos,
así que su investigación se inclinó por los
jeroglíficos y su abreviación hierática, incomprensibles hasta la fecha.
Champollion, después de los
primeros escarceos,
partió del
conocimiento de una base histórica:
supo que la piedra había
sido grabada con motivo de
la coronación
la coronación
oficial del rey
(de la dinastía Ptolemaica),
que tuvo
lugar en el año 197 adC.
(Era el Decreto de Menfis, del 27
de marzo del año 196). Pudo descubrir
que al final del texto
griego se decía que el acontecimiento
allí expuesto había
que grabarlo en letras sagradas, nativas y griegas.
Lo importante para Champollion era encontrar las
correspondencias entre las tres escrituras. Tras horas y días
de estudio intensivo e investigación halló las correspondencias
en los cartuchos que encerraban los nombres de los
soberanos: Ptolomeo V de Egipto y Cleopatra I de Egipto,
hija del rey de Macedonia Antíoco III Megas.
Pero el gran acierto y genialidad consistió en darse cuenta de
que tales jeroglíficos
de los cartuchos
eran fonogramas (letras) y no ideogramas
(palabras, conceptos)
como ocurría en el resto del texto.
A partir de ese descubrimiento dedicó
horas interminables de trabajo,
no sólo con la piedra en cuestión sino
con muchas otras inscripciones, trabajo que le indujo
a redactar la gramática y el diccionario del antiguo
egipcio y a escribir muchas más obras.
horas interminables de trabajo,
no sólo con la piedra en cuestión sino
con muchas otras inscripciones, trabajo que le indujo
a redactar la gramática y el diccionario del antiguo
egipcio y a escribir muchas más obras.
Finalmente quedó bien estudiado el contenido
de la piedra de Rosetta
y su traducción e interpretación se dio
a conocer al mundo y sirvió y sirve como ejemplo para nuevas
traducciones. Desde entonces el misterioso
mundo de los jeroglíficos se ha hecho un poco
más cercano y más comprensible.
de la piedra de Rosetta
y su traducción e interpretación se dio
a conocer al mundo y sirvió y sirve como ejemplo para nuevas
traducciones. Desde entonces el misterioso
mundo de los jeroglíficos se ha hecho un poco
más cercano y más comprensible.
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